
Cuando se situaba en la rampa de llegada de los trenes, con su uniforme impecable, jugaba a ser Dios, sentía que el poder de decidir quién vivía y quién moría. Pero su mayor diversión era encontrar sujetos para sus experimentos. Sentía una especial predilección por los gemelos. En su estancia en la universidad, había asistido como ayudante de un doctor, nazi y experto en eugenesia. Buscaba la forma de producir más ejemplares de raza aria para el Reich, y los embarazos múltiples gemelares podían ser la respuesta para que cada mujer aria tuviera más hijos.

Su mayor fuente de estudio eran las autopsias de sus cobayas humanas, en las que podemos distinguir dos tipos: la necropsia y las vivisecciones, no utilizaba ningún tipo de anestesia ni analgesia en las operaciones, sus víctimas morían o bien en la mesa de operaciones o posteriormente de gangrena u otra infección. Todo lo documentaba, para saber dónde estaban los límites del dolor, cuánto tiempo aguanta una persona hasta morir, qué partes del organismo puedes ir amputando hasta que se produzca la muerte y su propia diversión.
En sus experimentos con gemelos, inyectaba productos químicos en los ojos de uno de los hermanos para comprobar si era posible cambiar el color. Inoculaba virus y bacterias y observaba como respondían los dos hermanos a la misma enfermedad, hacía transfusiones de sangre de un hermano a otro, incluso intentó fabricar siameses, cosiéndoles unidos, consiguiendo que murieran por gangrena. Los pocos que sobrevivían, eran sacrificados para su estudio.
En su propósito de conseguir avances en su teoría de la eugenesia aplicada a la supremacía de la raza aria, experimentaba con las mujeres embarazadas, las mataba para experimentar con sus placentas, inyectaba sustancias químicas en el útero para provocar la esterilidad, hacía transfusiones de sangre… Su meta era conseguir mujeres arias más fértiles y esterilizar a las demás razas.
También colaboró con otros médicos en sus investigaciones bélicas. Dado que en el frente ruso morían muchos soldados por hipotermia, usaba a sus sujetos de experimento, hombres sanos, para ver qué temperaturas podían soportar, cuándo alcanzaban el estado de congelación y como revertir ese estado. A otros los sometía a presiones superiores a las que tiene que soportar un aviador, para ver qué ocurría en el caso de que tuviera que saltar sin paracaídas de un avión. También quemaba vivos a los prisioneros, para documentar cuánto tardaban en morir.
También se salvaban de las dos filas, pero iban a parar al laboratorio, los individuos con acondroplasia o enanismo. Mengele estaba tan encantado de demostrar que las demás razas eran deformes, que disfrutaba teniéndolos de mascotas. A algunos llegó a disecarlos y enviarlos como regalo a Hitler, que parece que no le hizo ningún caso. Sólo faltaba que los colocara en el jardín.
Óleo de Marcus J. Usherwood, “El jardín zoológico privado de Mengele”. |